Por
Alicia Estela Beltramini

FERNANDO FADER: el paisaje del norte de Córdoba

Nota publicada en la revista online Nueve Musas
8 de Diciembre de 2019

Fernando Fader es una figura clave de la plástica de nuestro país. Argentino por naturaleza y sentimiento, nació el 11 de abril de 1882 en Burdeos (Francia) su familia emigra a Argentina y se instala en Mendoza .

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Es por esa razón y su identificación conArgentina que Fader siempre dijo que había nacido en Argentina. Falleció en Loza corral en 1935(Córdoba).De padre alemán y madre francesa, cursó estudios primarios en Francia y secundarios en Alemania .Volvió a Argentina en 1898, en 1901 viajó nuevamente a Europa para estudiar en la Academia de Bellas Artes de Múnich bajo la dirección de Heinrich von Zügel, prestigioso maestro alemán, cuyo impresionismo de agudos empastes, su composición atmosférica y la preocupación por la luz fueron los elementos que incorporó Fader a su estilo. En esa misma ciudad ganó en 1904 primer premio y medalla por Comida de Cerdos y una mención por el cuadro Mi Perro. Durante su permanencia en Europa viajo por Francia, Rusia, Holanda y Hamburgo.

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Ese mismo año regresa a Argentina y comienza una activa participación en muestras y exposiciones en Buenos Aires.

Entre 1907 y 1908 se incorpora al Grupo Nexus, cuyos objetivos eran trabajar sobre el paisaje rural y lo gauchesco como identificación del arte nacional, este grupo se enfrentaba al academicismo en boga que traían de Europa los becarios, un academicismo en los que se entrecruzaban realismo, romanticismo, y en algunos casos naturalismo. El Grupo Nexus también se caracterizó por su tratamiento de la luz, ya fuese por la pincelada o la división del tono, pero se planteó otros problemas acordes con la época – en torno a la identidad nacional, volcándose al registro del paisaje, las costumbres locales, el pasado nacional. Carlos Ripamonti y especialmente Bernaldo de Quirós reintrodujeron la temática gauchesca; Fader los paisajes regionales, Alberto
Rossi –italiano naturalizado– los motivos urbanos y circenses y Collivadino se dedicó a Buenos Aires, a una ciudad que vivía los contrastes entre lo tradicional y la modernidad.

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Entre 1909 y 1914 estuvo en Mendoza dedicándose a las actividades empresariales, luego de la muerte de su padre, ocurrida en 1908 él se encarga de la usina hidroeléctrica en Cacheuta (Mendoza).Allí contrata ingenieros alemanes y obreros, pero no consiguió los aportes de capital necesario para pagar la obra, a pesar de haber viajado a Europa para conseguirlos, se endeudó y terminó en la pobreza. Así lo expresaba Fader “Que toda mi fortuna, de la de mi señora, de mi madre y de todos mis hermanos, hasta d algunos empleados míos no ha quedado sino lo que llevamos puesto… he pasado con mi familia días de tristísima miseria”. Salvó una propiedad en el barrio de Belgrano en Buenos Aires, donde se traslada con su familia en 1914. Ese mismo año consigue por medio de sus colegas la Cátedra de Paisaje en la Academia de Bellas Artes.

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En 1914 recién llegado a Buenos Aires luego de la destrucción de la usina hidroeléctrica se presentó al Salón Nacional y gano el primer premio por su cuadro Las Manilas, es una pintura con predominio de figura humana, una línea oblicua principal de una mujer sentada semidesnuda centraliza la composición, tres mujeres la rodean y muestran los mantones de manila en una habitación con espejos que reflejan los colores de las telas y los gestos de los personajes, estos aparecen inmutables,como la mayoría de las figuras de Fader. El color razonado y contrastado realza las diferentes tonalidades en las líneas oblicuas y verticales.

A partir de 1916 se instaló definitivamente en Loza Corral (Córdoba) debido a su enfermedad de tuberculosis.

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Una de las más destacas obras de Fernando Fader es la Vida de un día, ocho telas que representan el día desde su nacimiento hasta su muerte. En esta obra se descubre la habilidad técnica de Fader para armonizar los colores que pincelada tras pincelada nos sugieren las distintas horas del día La Mañanita, La Mañana, El Atardecer, La Puesta de Sol,El Crepúsculo, El Anochecer.

A medida que transcurre el día ha ido adaptando los colores a las diferentes horas. Así en los cuadros de la mañana predominan los colores de paleta alta, con preeminencia de colores rosas, blancos y grises y con bastante luz, en la tarde se vuelven rosados, grises y azules. La pincelada es compacta y con empastes, los colores se fusionan en la retina del observador. En esta pintura Fader tuvo el influjo de los impresionistas franceses para demostrar la incidencia de la luz y la fugacidad del tiempo. El artista sostiene “el paisaje no se entrega de primera intención, ni siquiera llega a vérsele con el solo hecho
de acercarnos:para abarcarlo requiérese un tácito intercambio de años en que se es espectador del nacimiento y muerte de la luz y su lenta transfiguración hasta el epilogo nocturno”.

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Se ha dicho que en Fader hay predominio de tratar la figura de manera estática, según opina Alberto Collazo “La figura, los animales y los objetos aparecen inmutables y cristalizados”

En La Mazamorra (1927), Regando la Huerta o Mañana tibia (1923) las personas se muestran fijas y forman parte del paisaje, son su complemento, no el protagonista principal. La figura central para Fader es el paisaje y todo lo que se encuentra en ese momento dentro de él realizando una acción determinada. Algunas figuras están en primer plano, sin que el autor haya querido precisar un personaje, ni clasificarlo sino tomarlo como eje y suma del paisaje. Incluso los títulos mismos de los cuadros no se identifican con una persona sino con la naturaleza o una acción precisa que se desenvuelve en ella.

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En Fin de Invierno (1918), Los Algarrobitos (1926) o Sol el Caminiaga (1929) Fader se deleita con el paisaje agreste y solitario de Ischilín. En Fin de Invierno las tonalidades grises, violetas de los árboles y la tierra se confunden, en cambio en el cielo sobresale el azul-.celeste y las nubes blancas se tornan tenues y atmosféricas en algunos momentos y en el fondo aparece el rancho blanco con su techo de paja amarillo-ocre.

En Los Algarrobitos prevalecen los matices ocres-amarillos y naranjas para la tierra y el pasto, el verde para las montañas de fondo y los azules- grises y violáceos para los algarrobos. El cielo celeste claro cruzado con algunas nubes blancas.

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En Sol en Caminiaga, pintura realizada en los últimos años de su vida activa, se destaca la profunda luminosidad, que es una constante en toda su obra. El azul intenso del cielo, que se apaga solo con algunas nubes blanco- grisáceas. Las casa blancas con sus zócalos de colores rojos o azules. La tierra gris- ocre y manchones de naranja, prefiguran un paisaje soleado, lumínico y atmosférico. Por ello ubicamos a Fader como un pintor de la luz y el plein-air.

En las obras ejecutadas por Fader en Córdoba, después de 1916 hay una identificación total con el paisaje del Norte de Córdoba. Paisaje que conserva toda la integridad de que la naturaleza lo ha dotado y que Fader supo trasmitirlo con su sólida técnica y un concierto resplandeciente de colores. Para el artista el color estaba relacionado y era relativo a lo que veía y sentía “cada color, se impregna de una vida, que no está en la materia en sí, pero que va equilibrándose, flotando sobre toda la obra de arte y más que en cualquier otra, el cuadro es síntesis, es concentración, es interés emotivo acumulado en un instante, en un rayo de luz, en un movimiento, en un efecto”.

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Por eso las figuras y elementos de sus telas dan la impresión de estar fijas o estáticas. Es su manera de pintar, captar el instante de luz en el paso de un paisaje señalado, es el paisaje del Norte de Córdoba: Ischilín, Caminiaga, San Francisco Del Chañar o Candelaria que Fernando Fader descubrió, conoció y trasmitió en ese pesado silencio cordobés.

Agrega el pintor. “Generalmente los críticos al hablar de mis cuadros, no han entrevistado dos sensaciones que he dado en mi obra y que son característica de nuestro paisaje: la soledad y el silencio.”… “Nuestra tierra en su inmensidad es inmensamente sola y silenciosa. Esa soledad y ese silencio caen en el alma y la nutren y ya no necesitan ni la cercanía de gentes ni el sonido de la voz humana. Mi obra pictórica encierra esa característica de nuestra tierra”.

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La soledad, el silencio y la tristeza que trasmiten los cuadros de Fader no son solo el producto de su vida y su tiempo, sino también del rudo entorno del Norte de Córdoba en el cual debió refugiarse.

Angel Nessi opina “Fader es el más importante, personal y a la vez mas argentino entre los paisajistas de su generación… en sus manos la pintura argentina se dio cuenta de su misión más propia”

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